Las ventanas de madera hoy en día nos duran perfectamente 30 o 40 años – con unos cuidados mínimos y revisiones regulares – por su calidad en fabricación y protección. La madera laminada, con su tratamiento de pinturas o lasures, se vuelve muy resistente a la radiación UV, al agua y a los cambios de temperatura. Nuestras ventanas montadas hace casi una década no muestran signos de envejecimiento. Nunca hemos tenido que repintar una de ellas; cuando nos piden reparaciones, suelen ser desajustes en los herrajes, limpieza de juntas o la silicona…

Nuestros modelos además llevan un perfil de aluminio, protección adicional contra el sol y vierteaguas con absoluta seguridad.

Y si alguna vez el marco de madera se llevase un arañazo, lo podríamos reparar y quedaría como nuevo; muy difícil en aluminio, imposible en PVC.

 

Es probable que nuestras ventanas ni tendrán tiempo de envejecer tan dignamente como la casa de madera de abajo; vivimos en una época de constantes innovaciones y posiblemente cambiaremos de casa o de ventanas antes del 2040 por otro motivo. En este caso es doblemente importante que su huella ecológica sea mucho menor que la de una ventana de aluminio o PVC.